miércoles, 3 de julio de 2013

Del sentimiento de lo fantástico

Comparto un fragmento de un cuento de Cortázar, que siento, actúa como una especie de resumen, síntesis, del trabajo( y de la cursada en general) que hoy se está finalizando.


Ese mundo que es éste 
(incluido en "La vuelta al día en ochenta mundos")

En una de las lIIuminations, Rimbaud muestra al joven sometido todavía «a la tentación de Antonio», presa de «los tics de un orgullo  pueril, el abandono y el espanto». De esa sujeción a la contingencia se saldrá por una  voluntad de cambiar el mundo. «Te aplicarás a ese trabajo», dice y se dice Rimbaud. «Todas las posibilidades armónicas y arquitecturales vibrarán en torno de tu eje central.»
La verdadera alquimia reside en esta fórmula:
Tu memoria y tus sentidos serán tan sólo el alimento de tu impulso creador. En cuanto al  mundo, cuando salgas, ¿en qué se habrá convertido? En todo caso, nada que ver con las apariencias actuales.1
Si el mundo nada tendrá que ver con las apariencias actuales, el impulso creador de  que habla el poeta habrá metamorfoseado las funciones pragmáticas de la memoria y los sentidos; toda la  «ars combinatoria»-,la aprehensión de las relaciones subyacentes, el sentimiento de que los reversos desmienten, multiplican, anulan los anversos, son modalidad natural del que vive para esperar lo inesperado. La extrema familiaridad con lo fantástico va todavía más allá; de alguna manera ya hemos recibido eso que todavía no ha llegado, la puerta deja entrar a un visitante que vendrá pasado mañana o vino ayer. El orden será siempre abierto, no se tenderá jamás a una conclusión porque nada concluye ni nada empieza en un sistema del que sólo se poseen coordenadas inmediatas. Alguna vez he podido temer que el funcionamiento de lo fantástico fuese todavía más férreo que la casualidad física; no comprendía que estaba frente a aplicaciones particulares del sistema, que por su fuerza excepcional daban la impresión de la fatalidad, de un calvinismo de lo sobrenatural. Luego he ido viendo que esas instancias aplastantes de lo fantástico reverberaban en virtualidades prácticamente inconcebibles; la práctica ayuda, el estudio de los llamados azares va ampliando las bandas del billar, las piezas del ajedrez, hasta ese límite personal más allá del cual sólo tendrán acceso otros poderes que los nuestros.
No hay un fantástico cerrado, porque lo que de él alcanzamos a conocer es siempre una parte y por eso lo creemos fantástico. […]


1 Jeunesse. IV.

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